Carlos Solero, Lic. en Ciencia Política, docente de la UNR
La propuesta es generar una reflexión colectiva a partir de escritos de ficción y notas periodísticas de Roberto Arlt como ya lo hiciera con agudeza y singular talento Oscar Masotta.
La puesta en común de estos textos podría contribuir no sólo a valorar su vigencia sino también el alcance anticipatorio de algunas cuestiones de la compleja y contradictoria realidad social de la que somos contemporáneos y protagonistas.
Nos reíamos porque el querido Carlos Solero, en su entusiasmo, iba desgranando recortes , anécdotas, datos y demás cuestiones de la conferencia, cuando aún no había comenzado. Luego nos reiríamos, de buen grado escuchando algunos textos de Arlt, especialmente aquel sobre el significado de la palabra «esquenún»
Evocábamos algunas líneas de «Aguafuertes uruguayas y otras páginas», tesoro de Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, encontrado en alguna mesa en Ciudad Vieja o en el la feria de los domingos en Tristán Narvaja.»Autobiografía humorística de Roberto Arlt» «Me llamo Roberto Godofredo Cristopersen Arlt, y he nacido en la noche del 26 de abril de 1900… He sido un «enfant terrible»
A los nueve años me habían expulsado de tres escuelas, y ya tenía en mi haber estupendas aventuras que no ocultaré.
Estas cuatro aventuras pintan mi personalidad política, criminal, donjuanesca y poética de los nueve años, de los preciosos nueve años que no volverán»
Y narra cuatro historias: Yo y Ferrer, en el que cuenta cómo venga ante el almacén de un asturiano, el fusilamiento de Ferrer, fundador de la Escuela Nueva en España.
En «Jefe de la mano negra» cómo imita a un estafador, ante una vecina epiléptica, exigiéndole una suerte de rescate que debía colocar en un árbol. El susto terminó provocándole un ataque a la pobre vecina.
«Mi primer amor», una carta de amor a su amada bizca y pecosa en la que toma términos y nombres de una novela de Salgari. Y en «Mi personalidad literaria», como a los ocho años cobra su primer dinero por un cuento que le llevó a un señor que había conocido en una famosa librería. El cuento le impresionó a este señor por el párrafo en el que el alcalde de Berlín (sic) le dice a un ladrón que estaba escondido debajo de un ropero y no podía moverse: -«infame, ¡levanta los brazos al aire o te fusilo»»
Estos comienzos de un niño que se escapaba de la escuela para ir a leer a las bibliotecas o librerías, hasta su temprano final, a los 42 años, ha producido una obra vasta en la que hay novelas, los famosos aguafuertes y gran cantidad de obras de teatro con las que tuvo bastante éxito.
Carlos Solero nos decía que Arlt fue denostado por la elite intelectual de Buenos Aires. Borges dijo de él que era un muchacho alocado que pensaba cómo ganar dinero.
Agradecí a Carlos, quien me propuso el tema como es su costumbre, cerca de fin del año pasado y a Ángel Fernández que el próximo martes nos hablará de Arlt, precursor de Freud: porque aunque parezca mentira nunca había leído este autor a quien puedo considerar ahora un nuevo amigo de recorridos. En el último mes y medio he leído sus principales novelas y cuentos… y continuaremos… Nos decía Carlos que su primer contacto con Roberto Arlt, mejor dicho con sus libros, fue en 1977. Encontré en la librería de la terminal de ómnibus de la ciudad de Santa Fe la novela El juguete rabioso.La lectura de sus páginas surtió e mí un efecto inmediato, era algo diferente a todo lo que había accedido hasta ese momento. Lecturas de El llamado de la selva, de Jack London y de poemas de Mario Benedetti (Antología Natural).
El Juguete rabioso es un libro revulsivo, catalítico, diría el Querido Profesor y Compañero Libertario Angel Cappelletti.
En efecto, Silvio Astier y sus desventuras, sus historias de vagabundeo, su particular vínculo con los libros y la vida a contramano, transgrediendo las normas de la moral impuesta por la hipócrita sociedad, moviliza la sensibilidad y ofrece una perspectiva muy diferente a los trillados caminos de la «corrección». Eso me ocurrió, como a tantos otros. La lectura de Arlt despierta y agita la conciencia acerca del mundo del que somos parte, plantea otra mirada de todo y de todos.
Otras lecturas para Roberto Arlt
Relató un humorístico encontronazo que tuvo Arlt con María Eva Duarte cuando ella era una actriz que recién comenzaba. Ella, con una actriz ya más conocida habían pasado por el Diario donde Arlt trabajaba. Éste quedó impresionado por la belleza de María Eva y cuando se retiraron fue con un amigo a una confitería vecina al diario donde las dos actrices tomaban el te con masas. Él se acercó galante, pero atolondrado y gesticulante y le tiró el té que había en la mesa sobre el vestido de la actriz. Ella se enojó y se lo reprochó y Arlt, lejos de amilanarse, con el agua de la jarra le intentaba limpiar la falda del vestido, diciéndole: No te hagas problema que yo me voy a morir antes que vos.El 26 de julio de 1942 muere Roberto Arlt, exactamente diez años antes de que Evita, a las 20,25 «entrara en la inmortalidad».
Ricardo Güiraldes fue quien le posibilitó la publicación de «El juguete rabioso» y fue en cierto modo su mecenas. Roberto Arlt le había puesto como nombre «La vida puerca», y Güiraldes» le recomienda el nombre con el que fue conocido. Él le paga la edición.
Recomendó el conferencista tener simpre en la mesita de luz y releer de vez en cuando El Facundo de Sarmiento para mantenerse en forma para el debate y mantener viva la capacidad de indignación.
Volviendo a Arlt, dice Solero que este autor produce una saludable adicción. Que muchos decían que escribía mal. Posiblemente usaba esos términos: como perdularios, esquenun, pelandusquita, etc. para molestar a los «bien pensantes».
No terminó 3º grado, Quiso estudiar Galvanoplastia. Intentó hacer la famosa Rosa de Cobre que Erdosain realiza en «Los siete locos» y «los lanzallamas», e inventa y patenta unas medias engomadas (era una época en que no existía el tejido elástico y los hombres, al igual que las mujeres debían sujetar sus medias con portaligas).
Arlt conoce bien de cerca lo que es el trabajo infernal de las redacciones de los diarios. Primero va a escribir en el Diario Crìtica , en la sección policiales y esas crónicas fueron publicadas como «fascinerosos».
En es las «Aguafuertes» donde aparecerán más intensamente sus ironías.
Las Aguafuertes las escribió estando en el Diario El Mundo. Allí muestra aquello que tan bien pinto Alfonsina Storni cuando dijo que en Buenos Aires la angustia flotaba a dos metros del suelo.
Américo Ghioldi lo calificó de lumpen y realmente fue un gran trabajador. Luego nos haría reencontrar con aquel prólogo a «Los lanzallamas» que retomaremos.
Así como Guiraldes lo ayudó a él, Arlt le posibilitó a Onetti que publicara su primer libro «El pozo».
Aguafuertes porteñas es su fuente de vida, las escribe durante veinte años. Se puede ir observando como se vuelve más oscuro.
Nunca escribió sobre cuestiones que no conociera. Por eso, dice Carlos Solero, le puse como título: Interpretación y ficción. Porque, él hace una interpretación de la realidad que retrata en sus aguafuertes. Se los considera ensayos sociológicos de estaño. Una mirada de la realidad social descarnada.
Nos deleitó Carlos con la lectura de: «El divertido origen de la palabra squenún» «En nuestro amplio y pintoresco idioma porteño se ha puesto de moda la palabra “squenun”.
¿Qué virtud misteriosa revela dicha palabra? ¿Sinónimo de qué cualidades psicológicas es el mencionado adjetivo? Helo aquí:
En el puro idioma del Dante, cuando se dice “squena dritta” se expresa lo siguiente: Espalda derecha o recta, es decir, qué a la persona a quien se hace el homenaje de esta poética frase se le dice que tiene la espalda derecha; más ampliamente, que sus espaldas no están agobiadas por trabajo alguno sino que se mantienen tiesas debido a una laudable y persistente voluntad de no hacer nada; más sintéticamente, la expresión “squena dritta” se aplica a todos los individuos holgazanes, tranquilamente holgazanes.
Nosotros, es decir el pueblo, ha asimilado la clasificación, pero encontrándola excesivamente larga, la redujo a la clara, resonante y breve palabra de “squenun”. El “un” final, es onomatopéyico, redondea la palabra de modo sonoro, le da categoría de adjetivo definitivo, y el modo grave “squena dritta” se convierte en esta antítesis, en un jovial “squenun”, que expresando la misma haraganería la endulza de jovialidad particular.
En la bella península itálica, la frase “squena dritta” la utilizan los padres de familia cuando se dirigen a sus párvulos, en quienes descubren una incipiente tendencia a la vagancia, es decir, la palabra se aplica a menores de edad que oscilan entre los catorce y diecisiete años.
En nuestro país, en nuestra ciudad mejor dicho, la palabra “squenun” se aplica a los poltrones mayores de edad, pero sin tendencia a ser compadritos, es decir, tiene su exacta aplicación cuando se refiere a un filósofo de azotea, a uno de esos perdularios grandotes, estoicos, que arrastran las alpargatas para ir al almacén a comprar un atado de cigarrillos, , y vuelven luego a su casa para subir a la azotea donde se quedarán tomando baños de sol hasta la hora de almorzar, indiferentes a los rezongos del “viejo”, un viejo que siempre está podando la viña casera y que gasta sombrero negro, grasiento como el eje de un carro.
En toda familia dueña de una casita, se presenta el caso del “squenun”, del poltrón filosófico, que ha reducido la existencia a un mínimo de necesidades, y que lee los tratados sociológicos de la Biblioteca Roja y de la Casa Sempere.
Y las madres, las buenas viejas que protestan cuando el grandulón les pide para un atado de cigarrillos, tienen una extraña debilidad por este hijo “squenun”.
Lo defienden del ataque del padre que a veces se amostaza en serio, lo defienden de las murmuraciones de los hermanos que trabajan como Dios manda, y las pobres ancianas, mientras zurcen el talón de una media, piensan consternadas ¿por qué ese “muchacho tan inteligente” no quiere trabajar a la par de los otros?
El “squenun” no se aflige por nada. Toma la vida con una serenidad tan extraordinaria que no hay madre en el barrio que no le tenga odio… ese odio que las madres ajenas tienen por esos poltrones que pueden enamorarle algún día a la hija. Odio instintivo y que se justifica, porque a su vez las muchachas sienten curiosidad por esos “squenunes” que les dirigen miradas tranquilas, llenas de una sabiduría inquietante.
Con estos datos tan sabiamente acumulados, creemos poner en evidencia que el “squenun” no es un producto de la familia modesta porteña, ni tampoco de la española, sino de la auténticamente italiana, mejor dicho, genovesa o lombarda. Los “squenunes” lombardos son más refractarios al trabajo que los “squenunes” genoveses.
Y la importancia social del “squenun” es extraordinaria en nuestras parroquias. Se le encuentra en la esquina de Donato Alvarez y Rivadavia, en Boedo, en Triunvirato y Canning, en todos los barrios ricos en casitas de propietarios itálicos.
El “squenun” con tendencias filosóficas es el que organizará la Biblioteca “Florencio Sánchez” o “Almafuerte”; el “squenun” es quien en la mesa del café, entre los otros que trabajan, dictará cátedras de comunismo y “de que el que no trabaja no come”; él que no ha hecho absolutamente nada en todo el día, como no sea tomar baños de sol, asombrará a los otros con sus conocimientos del libre albedrío y del determinismo; en fin, el “squenun” es el maestro de sociología del café del barrio, donde recitará versos anarquistas y las Evangélicas del latero de Almafuerte.
El “squenun” es un fenómeno social. Queremos decir, un fenómeno de cansancio social.
Hijo de padres que toda la vida trabajaron infatigablemente para amontonar los ladrillos de una “casita”, parece que trae en su constitución la ansiedad de descanso y de fiestas que jamás pudieron gozar los “viejos”.
Entre todos los de la familia que son activos y que se buscan la vida de mil maneras, él es el único indiferente a la riqueza, al ahorro, al porvenir. No le interesa ni importa nada. Lo único que pide es que no lo molesten, y lo único que desea son los cuarenta centavos diarios, veinte para los cigarrillos y otros veinte para tomar el café en el bar donde una orquesta típica le hace soñar horas y horas atornillado a la mesa.
Con ese presupuesto se conforma. Y que trabajen los otros, como si él trajera a cuestas un cansancio enorme ya antes de nacer, como si todo el deseo que el padre y la madre tuvieron de un domingo perenne, estuviera arraigado en sus huesos derechos de “squena dritta”, es decir, de hombre que jamás será agobiado por el peso de ningún fardo.
Biblioteca Derecho a Leer – Roberto Arlt
Escucha atenta, divertida, reflexiva de un público que desafió la fría noche de julio para acercarse a escuchar a nuestro amigo. ¡Gracias!
Carlos Correa dice que Arlt crea a su propio lector.
Relata los últimos momentos de Arlt. Éste solía ir a visitar muy asiduamente a Castelnuovo y muchas veces llegaba cuando él no se encontraba y Arlt se entretenía relatándole, representando sus obras de teatro ante la audiencia atenta de la familia de su amigo.
Solía ir a la planta alta de la casa donde estaba la biblioteca. Esa noche, del 25 de julio del ’42, se quedó en la cocina y le pidió un te, al contrario de antes, que lo solía tomar con ginebra. Estaba con mal aspecto. Se fue a su casa, se acostó y murió ese 26 de julio, en su cama, al lado de su mujer.
Sus obras se representaron en el Teatro del Pueblo.
Su obsesión era dejar de ser el hombre masa.
Para terminar Solero toma dos cuestiones. El prologo a Los Lanzallamas, al que habíamos hecho referencia: El final del prólogo dice: «De cualquier manera, como primera providencia he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático entre el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción de personas honorables: ‘El señor Roberto Arlt persiste aferrrado a un realismo de pésimo gusto, etc., etc..’
No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un ‘cross’ a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y ‘que los eunucos bufen’
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la ‘Underwood’, que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de la fatiga, pero… mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El amor brujo y aparecerá en agosto del 1932. Y que el futuro diga»
El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo.
Toda una consigna ética con la que acordamos y nos identificamos!
Termina Solero comentando este «cross» a la mandíbula del periodismo que es el final de Los Lanzallamas.
«El Secretario de acerca rápidamente al escritorio del taller y escribe en un trozo de papel cualquiera: ‘En el tren de las nueve y cuarenta y cinco se suicidó el feroz asesino Erdosain’
le alcanza el título a un chico, diciendo: -En primera página, a todo lo ancho.
(..)
-¿Se mató Erdosain?
El Secretario lo envuelve en una rápida sonrisa.
-Sí
El otro vapulea un instante larvas de ideas y termina su rumiar con estas palabras: -Macanudo. Mañana tiraremos cincuenta mil ejemplares más …»
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