Autor: Ps Sebastián L. Grimblat.
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En un texto Titulado Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874) [1] Borges exalta, sorpresivamente para el lector, la enigmática escena donde un desertor buscado por dicho Sargento, resulta ser Martín Fierro, el personaje de José Hernández.
En el texto original, el sargento Cruz encargado de apresar al desertor, sorpresivamente se une a éste desafiando ferozmente a su propia tropa tras el grito Cruz no consiente que se cometa el delito[2] de matar ansí a un valiente [3]. Posiblemente la fuerza del enigma de esta escena radique, en la reversibilidad de la lógica que compone la escena misma. Algo irrumpe no permitiendo su desenlace natural.
Por el contrario de lo previsto, entendiendo por esto, que Cruz cumpla las órdenes, la escena se resuelve precisamente a contramano de la lógica inicial. Algo se da vuelta, se subvierte sin que el texto explique nada. O mejor dicho otra dinámica se interpone implantando un nuevo desenlace. Es precisamente éste el punto que resalta Borges en su cuento, donde el autor reconstruye toda una lógica biográfica del Sargento, arma una psicología del personaje para poder dar sentido al acto de Cruz.
Borges en su relato, narra una serie de hechos biográficos del sargento hasta ubicarlo hasta la escena donde el desertor es acorralado. Borges escribe:
…. Tadeo Isidoro Cruz tuvo la impresión de haber vivido ya ese momento. El criminal salió de la guarida para pelearlos. Cruz lo entrevió, terrible, la crecida melena y la barba gris parecían comerle la cara. Un motivo notorio me veda referir la pelea. Básteme recordar que el desertor malhirió o mató a varios de los hombres de Cruz. Éste mientras combatía en la oscuridad (mientras su cuerpo combatía en la oscuridad), empezó a comprender. Comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él[4]. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis gritó que no se iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto al desertor Martín Fierro.[5]
Los críticos literarios suelen interpretar en la literatura de Borges, lo que denominan, un culto al coraje. La escena narrada más arriba sería un claro ejemplo de esto último. Donde el sargento se conmueve por el coraje del desertor, y movilizado por esto actúa contra la propia tropa. Si bien esta interpretación es valida y posible, nosotros aquí ensayaremos un análisis que exceda estos textos para ubicar lo que llamaríamos una ética ciudadana.
Desglosemos la escena para ubicar los elementos que nos interesa resaltar a la luz de éste análisis:
Borges en su texto propone un juego que se revela al final, sorprende al lector introduciéndolo en una trama que no sabe que sabe. Para esto utiliza algunos recursos, por ejemplo: completa el nombre del sargento, en el texto de Hernández solo aparece mencionado el apellido Cruz, éste recurso posiblemente Borges lo utiliza para despistar al lector. Recién al final del texto se menciona el nombre del desertor, a punto estuve de decir se devela, pero no hay develamiento ya que no hay enigma con respecto a la identidad del desertor, dicha información parece irrelevante hasta el final. También se alude al texto sin que éste sea citado con exactitud. Sin embargo logra sorpresa y escalofrío a partir de la resignificación, de la per-elaboración . El lector se da cuenta que siempre supo lo que no supo hasta el final. Entonces, el escalofrío y la sorpresa representan en el lector la vivencia de lo esencial de la trama, aunque no ha participado en la escena propiamente dicha en el relato, el lector realiza la misma operación subjetiva que Cruz, re-significa, reelabora.
Nuestro análisis va más allá del culto al coraje, lo que ubicamos es un postulado ético ante la composición de una escena asimétrica entre los integrantes de la misma, esta se presenta como una encerrona, que en su despliegue y persistencia se torna el caldo de cultivo para el desencadenamiento de la crueldad y sus mecanismos encubridores.
Poniendo en juego nuestra hipótesis interpretativa, vemos a un sargento Cruz dispuesto a cumplir sus ordenes, pero algo se transforma en élcuando se ve dentro de una escena, la cual se le presenta como una repetición de algo ya vivenciado. Allí se intercala otra lógica, de carácter interno que irrumpe, rompiendo con la lógica anterior que lo llevaba a cumplir las ordenes. Éste es el momento que se presenta como enigmático ante los ojos del observador. Cruz ve salir a Fierro embravecido, conciente de su destino fatal, combate bajo lo que llamaríamos la ira del arrinconado. Una lucha que parte desde la fuerza que propicia encontrarse en un punto máximo de inermidad, una lucha que sabiéndose en vano, esto quiere decir, sin poder torcer el destino ineluctable de los hechos, se lleva adelante igual, no bajo la esperanza de una victoria o una salida que permita continuar la fuga y la posibilidad de mantenerse con vida. Esta lucha se lleva adelante como una salida hacia la propia dignidad, donde paradójicamente se llega a ella por una muerte digna. Cruz al encontrarse como partícipe de la escena percibe la congruencia de lo ya vivenciado y lo que percibe desde el exterior, Cruz comprende que el otro es él, se identifica con Fierro. Esto último se torna en el sargento un punto de interpelación ético[6], debe continuar con las ordenes o desobedecerlas. He aquí un dilema ético que el personaje resuelve bajo el grito Cruz no consiente que se cometa el delito de matar ansi a un valiente. Es absolutamente enigmática la palabra delito en el texto original, ya que allí no se explica nada, sin ánimo de parecer exegetas y solo para los fines que éste escrito propone,[7] en Cruz se produce la suplantación de una legalidad por otra. Desde esa legalidad se sostiene que se está cometiendo un delito, y es éste orden legal el que le permite sostenerse combatiendo frente a lo que fuese su tropa y ponerse a pelear del lado del desertor Martín Fierro.
Sostenemos desde nuestro análisis que no es el culto al coraje lo que conmueve a Cruz, sino la captación de la totalidad de una escena y sus lugares posibles para habitarla. Por un lado Cruz percibe el lugar del otro, el del desertor y logra identificarse con él, precisamente en el lugar del arrinconado, como habitante de la encerrona, bajo la sensación de constante intemperie e inermidad. Pero al mismo tiempo, el sargento percibe su lugar en la escena, y no se permitirse ser él quién produce y propicia la encerrona trágica[8] en el otro.
Esto último constituye nuestra tesis, plantear una ética ciudadana precisamente en la interpelación de aquellas modalidades que adquiere el lazo social. Una ética que consiste en el reconocimiento e identificación con el otro que posibilite la salida y desmontaje de las encerronas trágicas y las formas que adquiere la crueldad.
Nuestra idea requiere una conceptualización teórica más amplia.
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El psicoanalista Fernando Ulloa nomina encerrona trágica a una escena que se despliega en el espacio-tiempo, donde la misma instancia que propicia el sufrimiento es aquella que garantiza la continuidad de la vida. La escena del torturador y el torturado se compone como su máxima expresión, sin que necesariamente se reduzca a ella. La riqueza del aporte de Ulloa consiste en ubicar dicha escena como una forma que adquiere el lazo sin que quede necesariamente atada a la consecuencia de un régimen político específico. La encerrona trágica se configura como el escenario ideal de una problemática más amplia que es el de la Crueldad[9]. Hay muchas formas de definir esta última, para éste escrito lo haremos solo de forma funcional. La definiremos como toda construcción humana, vale decir cultural, que en las formas de los lazos que propicia o las técnicas que administra, tiene por objetivo el borramiento o las descomposición del otro humano como tal. Pero a la vez dicha escena puede tener su correlato singular, en el escenario de la constitución psíquica, haciendo de todo sujeto portador de la misma. Vale la pena aclarar que nadie: persona, institución, servicio de salud, escuela hospital, organismo de derechos humanos, está exento de producir encerronas y desplegar la crueldad. Entonces encontramos una definición altamente paradojal o más bien ambigua. Encontramos a la crueldad como aquel resto del proceso hominizante que en su despliegue conspira contra la hominización misma. Entendiendo la deshumanización como un proceso paradójicamente humano más allá de la voluntad o no de los actores. La crueldad es una acción humana que deshumaniza, esto ocurre más allá que un régimen político legal, o un sistema social lo permita, ocurre a nivel de los lazos. Su escenario ideal es la encerrona trágica.
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La modernidad inaugura una forma altamente sofisticada de organización del espacio público bajo la forma de Estado Nación, éste regula el colectivo social mediante prácticas. A la vez las prácticas alojan métodos, y estos últimos se basan en los saberes científicos. Estas prácticas se despliegan por todo el espacio social a modo de una serie de dualidades, pero dichas dualidades no son simétricas, se caracterizan por instalar asimetrías que caracterizan lazos típicos, como ejemplo de esto podemos ubicar, la relación médico – paciente, maestro – alumno, patrón – obrero, policía – ciudadano, la lista es larga. Éste vinculo se despliega dinámica y conflictivamente a lo largo de la historia dentro de las tensiones propias de los intereses entre lo individual y lo colectivo en los diversos escenarios por donde se presentifican las relaciones de poder y sus luchas. Otra cualidad de la modernidad es poder transformar la realidad fáctica en ficción burocrática, esto es posible gracias a una serie de tecnologías que sofisticaron las formas de registro, basándose en los métodos científicos modernos. Las historias clínicas, los legajos, historias académicas, dictámenes, pericias, relevamientos de datos, serían el ejemplo más visible de dichas tecnologías disciplinares, estas instituyen un régimen de verdad en sí, ya no de carácter experiencial sino de orden burocrático. Los hechos se transcriben al papel. Son precisamente los roles asimétricos los que permiten estar más cerca o lejos de la posibilidad de Escribirlos. Si bien lo hasta aquí descrito tiene todo un sentido funcional, a la vez la operatoria que se produce es la separación de los hechos de sus actores. El método moderno divide, separa, compartimenta. Va des-responsabilizando metodológicamente a un individuo por lo que hace sumándolo a una cadena de eslabones, en donde cada individuo puede no hacerse cargo de lo que hace el otro en otro punto de la administración.
Volviendo a nuestro planteo inicial, el sargento Cruz recibe una orden que lo ubica en una escena, puede cumplirla mecánicamente como cualquier otra, pero algo le sucede, no lo hace.
Son precisamente los derechos humanos aquella instancia que denuncia y previene del abuso que dichas asimetrías producen. Pero es precisamente el mismo orden legal, que se provee de sí mismo para cometer el abuso. La instancia es muy compleja.
En éste punto, ninguna agencia representativa del Estado está exenta de cometer el abuso, llámese, policía, maestro, médico, psicólogo, psicoanalista etc. La instancia del abuso es más compleja que la intencionalidad del daño, hace a las tensiones del funcionamiento del sistema. En tiempos de “La solidez” Estatal el agente de la violencia es el Estado ya que es éste quién hace uso monopólico de la fuerza.
En los últimos años la aceleración de las formas de la producción como en el debilitamiento de los Estados han producido cambios en la consistencia del entramado social y las formas en que el colectivo humano despliega sus lazos. Éste proceso es nombrado por el sociólogo Z. Bauman como modernidad líquida. El crecimiento del mercado y el flujo de capitales ha implantado en los grandes cuerpos normativos pautas que anteriormente eran pensadas como variables, hoy se tornan prioridad, precisamente el campo social y sus instituciones han pasado de ser un cuerpo político a convertirse en asuntos presupuestarios, donde sus agentes se ven constantemente inestables, ya sea por la forma en que se encuentras contratados o por la depresión de los salarios. La práctica es acompañada por un constante malestar, que básicamente se reduce a la inestabilidad o la insatisfacción. A la par de la tarea se instalan modalidades que ponen en pugna la identidad profesional con los intereses gremiales. En la modernidad líquida el agente de la violencia ya no es monopolizada por El Estado, el debilitamiento del mismo quiebra las asimetrías volviendo la violencia al lazo, a vínculos simétricos. Ya no se trataría solo del abuso sino del desamparo como figura central
En el caso de la salud, nadie hoy en día puede considerar el derecho a la salud como un derecho básico. Pero también sabemos que el sistema de salud opera como un gran sensor social, al mismo tiempo que es un sistema promotor de la salud que salva vidas, es una herramienta de control y vigilancia y punta de lanza del clientelismo político.
A la vez, el despliegue de las prácticas en salud se produce de forma compleja. La composición de las mismas, no solo se encuentra habitada por la pertinencia de sus intervenciones y los saberes específicos, sino también por las formas del malestar propio que ocasiona el desgaste propio de la pauperización del sistema. Éste último se inscribe en el sistema impregnando la operatoria de las prácticas que normativamente se planifican para la cohesión del sistema.
Si bien la salud es un derecho y salva vidas, hecho innegable, también la salud es efecto de políticas clientelares, manipulaciones, discursos cínicos, hecho también innegable. Cuando un campo del saber se encuentra más cerca de una práctica social, aumenta el riesgo, que la retórica que fundamenta dicha práctica, se provea de aquella discursividad política que legitima: no solo una relación de poder, sino también, al mismo tiempo, la estrategia que garantice la continuidad en el tiempo de un proyecto político determinado. Dicha modalidad instala una dinámica que produce, a la corta o a la larga, una distorsión entre la planificación y las problemáticas específicas, estas repercuten en el campo como formas de la indiferencia que arrincona a quines solicitan asistencia contra las afecciones que el mismo sistema produce y desatiende. El sistema va produciendo escotomizaciones del campo si el cinismo se apodera del sistema.
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Aquí se vuelve a implantar la escena del inicial, ante la encerrona que el mismo sistema produce, el agente de salud, como el sargento Cruz se ve ante el dilema. Para salir de él tiene que poder formularse la pregunta que instale un principio ético que le permita producir un pensamiento crítico que visualice su posicionamiento en la escena. Una pregunta que parta del análisis reflexivo de su propia metodología, una lectura política del lugar que ocupa en la escena.
La pregunta ética es simple pero compleja a la vez, si se está produciendo vías hacia la cura o se está reproduciendo la encerrona, la enfermedad y sus modos de cronificación.
La vinculación entre salud y derechos humanos no se reduce solo al derecho a la salud, sino a producir una pregunta ética que interpele el propio sostén de la practica, que ante la encerrona que el propio sistema despliega podamos gritar, a diferencia de Cruz no se consiente que se deje solo al enfermo, al desamparado, al acorralado, al inerme.
Bibliografía:
Hernandez J “Martín Fierro” Altamira Bs As 1992
Borges J. L “El Aleph” Emece Bs As 2004
Ulloa F. “ Novela Cínica Psicoanalítica” Paidós Bs As 1995
Escrito a partir de la conferencia dictada en el Ciclo “Del Derecho y del revés de la subversión” Lunes 3 de julio de 2006
[1] Borges J. L “El Aleph” 2004 Emece Bs As
[2] El resaltado es nuestro
[3] Hernández J “Martín Fierro” Altamira 1992 Bs As
[4] El resaltado en nuestro
[5] Borges J. L “El Aleph” 2004 Emece Bs As Pp 82
[6] E todo el sentido de E Levinas
[7] Pido disculpas al lector por lo que pueda parece como un exceso interpretativo
[8] El concepto de Encerrona trágica pertenece a F Ulloa. El concepto será desplegado a continuación
[9] Éste punto será abordado más adelante
- Julio: Del derecho y del revés de letras en tiempos de oscuridad
- Agosto: Del derecho y del revés de letras en tiempos de oscuridad
Categories: Derechos humanos
Tags: ética ciudadadana, Fernando Ulloa, Jorge Luis Borges, Martín Fierro